Volvemos con Jesús Terrés, quien, por lo que le leemos habitualmente, debe ser un gran amante del Gin Tonic clásico y sin estridencias. Al menos eso leemos entre líneas en los dos artículos que hemos replicado aquí en el Blog; su más que conocida Guía para el Gin Tonic perfecto y su especulación sobre el punto de inflexión de la ginebra y el Gin Tonic.
Volvemos con Jesús Terrés, quien, por lo que le leemos habitualmente, debe ser un gran amante del Gin Tonic clásico y sin estridencias. Al menos eso leemos entre líneas en los dos artículos que hemos replicado aquí en el Blog; su más que conocida Guía para el Gin Tonic perfecto y su especulación sobre el punto de inflexión de la ginebra y el Gin Tonic.
Hoy, desde la muy recomendable página AterEgo, nos trae una pequeña reflexión, en colaboración con Fernando Angulo, sobre el porqué del Gin Tonic y cómo hemos llegado a la situación actual. No os lo perdáis porque es muy ameno de leer y seguir, además de muy instructivo.
Hoy, desde la muy recomendable página AterEgo, nos trae una pequeña reflexión, en colaboración con Fernando Angulo, sobre el porqué del Gin Tonic y cómo hemos llegado a la situación actual. No os lo perdáis porque es muy ameno de leer y seguir, además de muy instructivo.
Os lo reproducimos textualmente tras el salto.
Os lo reproducimos textualmente tras el salto.
¿Por qué bebemos gin-tonic?
Porque creo que a veces lo olvidamos. A ver, todos con su Moleskine y su lápiz ¿por qué bebemos gin-tonics?
Hablemos del origen. Me refiero, claro, al origen de lo que hoy conocemos por gin-tonic, no a la verdadera historia que ya todos sabemos, la cantinela con la que nos abrasan las notas de prensa: la India, el paludismo y las gotitas de gin en la soda del joyero. Malditos ingleses.
No. El gin-tonic se popularizó no hace tanto porque ha cubierto un hueco que ni siquiera existía. Porque ya no es sólo una bebida de sobremesa o encebolle trasnochado, los dos únicos espacios donde antes, no hace tanto, nos permitíamos beber. Y aquí reside el McGuffin de esta historia servida en copa balón y adornado con cáscara de limón.
¿Por qué bebemos gin-tonic?
Bebemos porque nos divierte, nos suda la polla la propiedades de la quinina de las narices.
Bebemos porque beber es sinónimo de civilización, inteligencia y libertad, porque en un mundo -éste- gobernado bajo la estúpida dictadura de lo “correcto” el gin-tonic que nos ciscamos cuando nos sale de las pelotas simboliza nuestra libertad de emborracharnos, de ver el mundo bajo el mágico cristal del alcohol bien entendido, de observar cómo las faldas son más cortas y las sonrisas más dulces, más nuestras. Bebemos porque todo es un coñazo, porque nos acerca a nuestros amigos -están tan lejos a veces- y nos encabrona aún más con un hoy que no reconocemos. Ese hoy en el que no sabemos por qué votamos, ni por qué luchamos ni para qué nos llama. No sabemos por qué peleamos. Nosotros, que sólo servíamos tomar castillos y rescatar dondellas. Así que sólo nos queda lo que ven, pedir otra copa. Otro gin-tonic.
¿Hacia dónde deambula el mundo del gin?
Durante estos últimos años se ha discutido mucho de ginebras, tónicas, “GT” y miles de aditivos añadidos en forma de pepino, enebro, manzana, regaliz, canela, frambuesas y tantas otras afrentas. El tema del gin-tonic había llegado a un punto absurdo y excesivamente complicado. Unas añadiduras externas que en ocasiones han dado como resultado una bebida alterada, sin ningún origen ni rastro del fin con el cual estaba en realidad destinado: la ligera seducción, la acelerada reflexión y esa sugerencia digestiva y tonificante. Un cocktail que lleva vistos cuatro siglos distintos y que desde entonces no había sido necesaria modificar su receta original: Ginebra, tónica, hielo y limón. Sobre esto, existe un abismo de mejora, no busquemos carreteras perdidas, no indaguemos tratando de encontrar un innecesario Detour. Cítricos más frescos y nativos, nuevas ginebras, novedades y mejoras con respecto a las tónicas existentes en el mercado, perfeccionamiento de los hielos o de las copas donde lo vamos a disfrutar. Y poco más. O mucho más, depende por donde se mire.
Hace pocas semanas, me contaba mi amigo y famigliar Ángel Gil que el tema del gin-tonic necesitaba un punto de inflexión. Esta es su teoría: “Todo pasa por una evolución similar a los movimientos artísticos. Una fase inicial más extensa de clasicismo, desde la creación de la receta original y con escasas modificaciones. Cuando la cosa comienza a popularizarse surgen los manieristas, que manteniendo la esencia primitiva, introducen elementos que la enriquecen. Siempre la etapa más interesante. Sin embargo la cosa se desmadra y se entra de lleno en el barroco, se recarga la esencia, y se deriva indefectiblemente en el posmodernismo -confusión de lenguas-, el terreno abonado para el esnobismo, que lacera cual látigo desde la que se considera élite hasta la clase media ávida de encontrar puntos de conexión con este esnobismo elitista”.
De acuerdo: pleno. Detalles que llevaban tiempo en mi juicio y que ahora atendía con pausa y paciencia. La historia nos lo ha brindado a lo largo de tantos años: regalado, imaginado. Ahora busquemos de nuevo a Da Vinci en el Renacimiento.
Nos decía Nietzsche que “la sencillez y la naturalidad son el supremo y último fin de la cultura”. Sentencia y reflexión. Ahondando en nuestra idea, Oscar Wilde también contaba con una erudita opinión acerca de esta indagada espontaneidad: “los placeres simples son el último refugio de los hombres complicados”. Mi mente pasea con Humphrey Bogart (“General, vigile a su hija: ha intentado sentarse sobre mis rodillas cuando yo aún estaba de pie”). Hay nieblas. Y sombras.
Se ha exagerado, enredado desde un punto físico, mental e incluso metafísico. Este cocktail ha sido siempre tónico de victoria, un refrescante encuentro de burbujas y placer, un aperitivo que despertaba la alegría en mente y deglución. Parece claro que las cosas merecen volver a su lugar. Yo no soy barman ni cocktelero, sencillamente cuando estoy en casa y me apetece beberme un gin-tonic, trato de que éste sea lo más fresco posible y cumpla la función para la cual fue inventado y desarrollado como tal: un aperitivo idóneo para abrir apetitos inclusive ocultos, o un digestivo capaz de ordenar el organismo para batallas posteriores. Y rápido.
Escrito por Jesús Terrés, editor de ArterEgo (la introducción) y Fernando Angulo, alma de la Famiglia, distribuidor de vinos, maestro y amigo (¿Hacia dónde deambula el mundo del gin?).
¿Por qué bebemos gin-tonic?
¿Por qué bebemos gin-tonic?
Porque creo que a veces lo olvidamos. A ver, todos con su Moleskine y su lápiz ¿por qué bebemos gin-tonics?
Porque creo que a veces lo olvidamos. A ver, todos con su Moleskine y su lápiz ¿por qué bebemos gin-tonics?
Hablemos del origen. Me refiero, claro, al origen de lo que hoy conocemos por gin-tonic, no a la verdadera historia que ya todos sabemos, la cantinela con la que nos abrasan las notas de prensa: la India, el paludismo y las gotitas de gin en la soda del joyero. Malditos ingleses.
Hablemos del origen. Me refiero, claro, al origen de lo que hoy conocemos por gin-tonic, no a la verdadera historia que ya todos sabemos, la cantinela con la que nos abrasan las notas de prensa: la India, el paludismo y las gotitas de gin en la soda del joyero. Malditos ingleses.
No. El gin-tonic se popularizó no hace tanto porque ha cubierto un hueco que ni siquiera existía. Porque ya no es sólo una bebida de sobremesa o encebolle trasnochado, los dos únicos espacios donde antes, no hace tanto, nos permitíamos beber. Y aquí reside el McGuffin de esta historia servida en copa balón y adornado con cáscara de limón.
No. El gin-tonic se popularizó no hace tanto porque ha cubierto un hueco que ni siquiera existía. Porque ya no es sólo una bebida de sobremesa o encebolle trasnochado, los dos únicos espacios donde antes, no hace tanto, nos permitíamos beber. Y aquí reside el McGuffin de esta historia servida en copa balón y adornado con cáscara de limón.
¿Por qué bebemos gin-tonic?
¿Por qué bebemos gin-tonic?
Bebemos porque nos divierte, nos suda la polla la propiedades de la quinina de las narices.
Bebemos porque beber es sinónimo de civilización, inteligencia y libertad, porque en un mundo -éste- gobernado bajo la estúpida dictadura de lo “correcto” el gin-tonic que nos ciscamos cuando nos sale de las pelotas simboliza nuestra libertad de emborracharnos, de ver el mundo bajo el mágico cristal del alcohol bien entendido, de observar cómo las faldas son más cortas y las sonrisas más dulces, más nuestras. Bebemos porque todo es un coñazo, porque nos acerca a nuestros amigos -están tan lejos a veces- y nos encabrona aún más con un hoy que no reconocemos. Ese hoy en el que no sabemos por qué votamos, ni por qué luchamos ni para qué nos llama. No sabemos por qué peleamos. Nosotros, que sólo servíamos tomar castillos y rescatar dondellas. Así que sólo nos queda lo que ven, pedir otra copa. Otro gin-tonic.
Bebemos porque nos divierte, nos suda la polla la propiedades de la quinina de las narices.
Bebemos porque nos divierte, nos suda la polla la propiedades de la quinina de las narices.
Bebemos porque beber es sinónimo de civilización, inteligencia y libertad, porque en un mundo -éste- gobernado bajo la estúpida dictadura de lo “correcto” el gin-tonic que nos ciscamos cuando nos sale de las pelotas simboliza nuestra libertad de emborracharnos, de ver el mundo bajo el mágico cristal del alcohol bien entendido, de observar cómo las faldas son más cortas y las sonrisas más dulces, más nuestras. Bebemos porque todo es un coñazo, porque nos acerca a nuestros amigos -están tan lejos a veces- y nos encabrona aún más con un hoy que no reconocemos. Ese hoy en el que no sabemos por qué votamos, ni por qué luchamos ni para qué nos llama. No sabemos por qué peleamos. Nosotros, que sólo servíamos tomar castillos y rescatar dondellas. Así que sólo nos queda lo que ven, pedir otra copa. Otro gin-tonic.
Bebemos porque beber es sinónimo de civilización, inteligencia y libertad, porque en un mundo -éste- gobernado bajo la estúpida dictadura de lo “correcto” el gin-tonic que nos ciscamos cuando nos sale de las pelotas simboliza nuestra libertad de emborracharnos, de ver el mundo bajo el mágico cristal del alcohol bien entendido, de observar cómo las faldas son más cortas y las sonrisas más dulces, más nuestras. Bebemos porque todo es un coñazo, porque nos acerca a nuestros amigos -están tan lejos a veces- y nos encabrona aún más con un hoy que no reconocemos. Ese hoy en el que no sabemos por qué votamos, ni por qué luchamos ni para qué nos llama. No sabemos por qué peleamos. Nosotros, que sólo servíamos tomar castillos y rescatar dondellas. Así que sólo nos queda lo que ven, pedir otra copa. Otro gin-tonic. Los Mejores Alcachofas para Grifos de Cocina
¿Hacia dónde deambula el mundo del gin?
Durante estos últimos años se ha discutido mucho de ginebras, tónicas, “GT” y miles de aditivos añadidos en forma de pepino, enebro, manzana, regaliz, canela, frambuesas y tantas otras afrentas. El tema del gin-tonic había llegado a un punto absurdo y excesivamente complicado. Unas añadiduras externas que en ocasiones han dado como resultado una bebida alterada, sin ningún origen ni rastro del fin con el cual estaba en realidad destinado: la ligera seducción, la acelerada reflexión y esa sugerencia digestiva y tonificante. Un cocktail que lleva vistos cuatro siglos distintos y que desde entonces no había sido necesaria modificar su receta original: Ginebra, tónica, hielo y limón. Sobre esto, existe un abismo de mejora, no busquemos carreteras perdidas, no indaguemos tratando de encontrar un innecesario Detour. Cítricos más frescos y nativos, nuevas ginebras, novedades y mejoras con respecto a las tónicas existentes en el mercado, perfeccionamiento de los hielos o de las copas donde lo vamos a disfrutar. Y poco más. O mucho más, depende por donde se mire.
Hace pocas semanas, me contaba mi amigo y famigliar Ángel Gil que el tema del gin-tonic necesitaba un punto de inflexión. Esta es su teoría: “Todo pasa por una evolución similar a los movimientos artísticos. Una fase inicial más extensa de clasicismo, desde la creación de la receta original y con escasas modificaciones. Cuando la cosa comienza a popularizarse surgen los manieristas, que manteniendo la esencia primitiva, introducen elementos que la enriquecen. Siempre la etapa más interesante. Sin embargo la cosa se desmadra y se entra de lleno en el barroco, se recarga la esencia, y se deriva indefectiblemente en el posmodernismo -confusión de lenguas-, el terreno abonado para el esnobismo, que lacera cual látigo desde la que se considera élite hasta la clase media ávida de encontrar puntos de conexión con este esnobismo elitista”.
De acuerdo: pleno. Detalles que llevaban tiempo en mi juicio y que ahora atendía con pausa y paciencia. La historia nos lo ha brindado a lo largo de tantos años: regalado, imaginado. Ahora busquemos de nuevo a Da Vinci en el Renacimiento.
Nos decía Nietzsche que “la sencillez y la naturalidad son el supremo y último fin de la cultura”. Sentencia y reflexión. Ahondando en nuestra idea, Oscar Wilde también contaba con una erudita opinión acerca de esta indagada espontaneidad: “los placeres simples son el último refugio de los hombres complicados”. Mi mente pasea con Humphrey Bogart (“General, vigile a su hija: ha intentado sentarse sobre mis rodillas cuando yo aún estaba de pie”). Hay nieblas. Y sombras.
Se ha exagerado, enredado desde un punto físico, mental e incluso metafísico. Este cocktail ha sido siempre tónico de victoria, un refrescante encuentro de burbujas y placer, un aperitivo que despertaba la alegría en mente y deglución. Parece claro que las cosas merecen volver a su lugar. Yo no soy barman ni cocktelero, sencillamente cuando estoy en casa y me apetece beberme un gin-tonic, trato de que éste sea lo más fresco posible y cumpla la función para la cual fue inventado y desarrollado como tal: un aperitivo idóneo para abrir apetitos inclusive ocultos, o un digestivo capaz de ordenar el organismo para batallas posteriores. Y rápido.
Escrito por Jesús Terrés, editor de ArterEgo (la introducción) y Fernando Angulo, alma de la Famiglia, distribuidor de vinos, maestro y amigo (¿Hacia dónde deambula el mundo del gin?).
¿Hacia dónde deambula el mundo del gin?
¿Hacia dónde deambula el mundo del gin?
Durante estos últimos años se ha discutido mucho de ginebras, tónicas, “GT” y miles de aditivos añadidos en forma de pepino, enebro, manzana, regaliz, canela, frambuesas y tantas otras afrentas. El tema del gin-tonic había llegado a un punto absurdo y excesivamente complicado. Unas añadiduras externas que en ocasiones han dado como resultado una bebida alterada, sin ningún origen ni rastro del fin con el cual estaba en realidad destinado: la ligera seducción, la acelerada reflexión y esa sugerencia digestiva y tonificante. Un cocktail que lleva vistos cuatro siglos distintos y que desde entonces no había sido necesaria modificar su receta original: Ginebra, tónica, hielo y limón. Sobre esto, existe un abismo de mejora, no busquemos carreteras perdidas, no indaguemos tratando de encontrar un innecesario Detour. Cítricos más frescos y nativos, nuevas ginebras, novedades y mejoras con respecto a las tónicas existentes en el mercado, perfeccionamiento de los hielos o de las copas donde lo vamos a disfrutar. Y poco más. O mucho más, depende por donde se mire.
Durante estos últimos años se ha discutido mucho de ginebras, tónicas, “GT” y miles de aditivos añadidos en forma de pepino, enebro, manzana, regaliz, canela, frambuesas y tantas otras afrentas. El tema del gin-tonic había llegado a un punto absurdo y excesivamente complicado. Unas añadiduras externas que en ocasiones han dado como resultado una bebida alterada, sin ningún origen ni rastro del fin con el cual estaba en realidad destinado: la ligera seducción, la acelerada reflexión y esa sugerencia digestiva y tonificante. Un cocktail que lleva vistos cuatro siglos distintos y que desde entonces no había sido necesaria modificar su receta original: Ginebra, tónica, hielo y limón. Sobre esto, existe un abismo de mejora, no busquemos carreteras perdidas, no indaguemos tratando de encontrar un innecesario Detour. Cítricos más frescos y nativos, nuevas ginebras, novedades y mejoras con respecto a las tónicas existentes en el mercado, perfeccionamiento de los hielos o de las copas donde lo vamos a disfrutar. Y poco más. O mucho más, depende por donde se mire.
Hace pocas semanas, me contaba mi amigo y famigliar Ángel Gil que el tema del gin-tonic necesitaba un punto de inflexión. Esta es su teoría: “Todo pasa por una evolución similar a los movimientos artísticos. Una fase inicial más extensa de clasicismo, desde la creación de la receta original y con escasas modificaciones. Cuando la cosa comienza a popularizarse surgen los manieristas, que manteniendo la esencia primitiva, introducen elementos que la enriquecen. Siempre la etapa más interesante. Sin embargo la cosa se desmadra y se entra de lleno en el barroco, se recarga la esencia, y se deriva indefectiblemente en el posmodernismo -confusión de lenguas-, el terreno abonado para el esnobismo, que lacera cual látigo desde la que se considera élite hasta la clase media ávida de encontrar puntos de conexión con este esnobismo elitista”.
Hace pocas semanas, me contaba mi amigo y famigliar Ángel Gil que el tema del gin-tonic necesitaba un punto de inflexión. Esta es su teoría: “Todo pasa por una evolución similar a los movimientos artísticos. Una fase inicial más extensa de clasicismo, desde la creación de la receta original y con escasas modificaciones. Cuando la cosa comienza a popularizarse surgen los manieristas, que manteniendo la esencia primitiva, introducen elementos que la enriquecen. Siempre la etapa más interesante. Sin embargo la cosa se desmadra y se entra de lleno en el barroco, se recarga la esencia, y se deriva indefectiblemente en el posmodernismo -confusión de lenguas-, el terreno abonado para el esnobismo, que lacera cual látigo desde la que se considera élite hasta la clase media ávida de encontrar puntos de conexión con este esnobismo elitista”.
De acuerdo: pleno. Detalles que llevaban tiempo en mi juicio y que ahora atendía con pausa y paciencia. La historia nos lo ha brindado a lo largo de tantos años: regalado, imaginado. Ahora busquemos de nuevo a Da Vinci en el Renacimiento.
De acuerdo: pleno. Detalles que llevaban tiempo en mi juicio y que ahora atendía con pausa y paciencia. La historia nos lo ha brindado a lo largo de tantos años: regalado, imaginado. Ahora busquemos de nuevo a Da Vinci en el Renacimiento.
Nos decía Nietzsche que “la sencillez y la naturalidad son el supremo y último fin de la cultura”. Sentencia y reflexión. Ahondando en nuestra idea, Oscar Wilde también contaba con una erudita opinión acerca de esta indagada espontaneidad: “los placeres simples son el último refugio de los hombres complicados”. Mi mente pasea con Humphrey Bogart (“General, vigile a su hija: ha intentado sentarse sobre mis rodillas cuando yo aún estaba de pie”). Hay nieblas. Y sombras.
Nos decía Nietzsche que “la sencillez y la naturalidad son el supremo y último fin de la cultura”. Sentencia y reflexión. Ahondando en nuestra idea, Oscar Wilde también contaba con una erudita opinión acerca de esta indagada espontaneidad: “los placeres simples son el último refugio de los hombres complicados”. Mi mente pasea con Humphrey Bogart (“General, vigile a su hija: ha intentado sentarse sobre mis rodillas cuando yo aún estaba de pie”). Hay nieblas. Y sombras.
Se ha exagerado, enredado desde un punto físico, mental e incluso metafísico. Este cocktail ha sido siempre tónico de victoria, un refrescante encuentro de burbujas y placer, un aperitivo que despertaba la alegría en mente y deglución. Parece claro que las cosas merecen volver a su lugar. Yo no soy barman ni cocktelero, sencillamente cuando estoy en casa y me apetece beberme un gin-tonic, trato de que éste sea lo más fresco posible y cumpla la función para la cual fue inventado y desarrollado como tal: un aperitivo idóneo para abrir apetitos inclusive ocultos, o un digestivo capaz de ordenar el organismo para batallas posteriores. Y rápido.
Se ha exagerado, enredado desde un punto físico, mental e incluso metafísico. Este cocktail ha sido siempre tónico de victoria, un refrescante encuentro de burbujas y placer, un aperitivo que despertaba la alegría en mente y deglución. Parece claro que las cosas merecen volver a su lugar. Yo no soy barman ni cocktelero, sencillamente cuando estoy en casa y me apetece beberme un gin-tonic, trato de que éste sea lo más fresco posible y cumpla la función para la cual fue inventado y desarrollado como tal: un aperitivo idóneo para abrir apetitos inclusive ocultos, o un digestivo capaz de ordenar el organismo para batallas posteriores. Y rápido.
Escrito por Jesús Terrés, editor de ArterEgo (la introducción) y Fernando Angulo, alma de la Famiglia, distribuidor de vinos, maestro y amigo (¿Hacia dónde deambula el mundo del gin?).
Escrito por Jesús Terrés, editor de ArterEgo (la introducción) y Fernando Angulo, alma de la Famiglia, distribuidor de vinos, maestro y amigo (¿Hacia dónde deambula el mundo del gin?).
Podéis leer el artículo original en el enlace: Va sobre Gin Tonic, otros artículos del mismo autor en ArterEgo y NadaImporta.
Podéis leer el artículo original en el enlace: Va sobre Gin Tonic, otros artículos del mismo autor en ArterEgo y NadaImporta.
En corto. Va sobre Gin Tonic, desde ArterEgo
Volvemos con Jesús Terrés, quien, por lo que le leemos habitualmente, debe ser un gran amante del Gin Tonic clásico y sin estridencias. Al menos eso leemos
whisky
es
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2021-07-23
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